Eficiencia Energética en América Latina

Los países de todo el mundo se enfrentan a una crisis de seguridad y asequibilidad energética que afecta a los hogares, las empresas y los presupuestos públicos. En América Latina, el gasto de los hogares en servicios energéticos ocupa el segundo lugar después del de alimentos. En promedio, la proporción del presupuesto familiar destinada a energía oscila entre el 7% y el 9% de los ingresos (y hasta más del 24% en el caso de los hogares más pobres). A medida que los gobiernos implementan urgentemente medidas para proteger a los ciudadanos y asegurar sus economías, es importante considerar soluciones a corto y largo plazo para aliviar el dolor existente y reducir los riesgos con el tiempo. Si bien gran parte de la atención se centra en garantizar el suministro de energía, es igualmente importante analizar detenidamente el papel de una demanda más eficiente y flexible para garantizar una energía asequible y confiable.

Hay varias razones para esto. En primer lugar, una de las opciones más rápidas y económicas para situaciones de emergencia a corto plazo es reducir la demanda. En segundo lugar, las inversiones en tecnologías y prácticas más eficientes pueden reducir el riesgo con el tiempo y al mismo tiempo mejorar el acceso a los servicios energéticos, ahorrar dinero y respaldar sistemas energéticos eficientes y menos costosos. En tercer lugar, gestionar la demanda mejorando la eficiencia y flexibilizando las cargas es clave para cumplir de forma rentable los objetivos de descarbonización.

Décadas de políticas y programas han generado ahorros de energía en todo el mundo. Como resultado, los sistemas energéticos son más resilientes, las facturas son más bajas y los presupuestos públicos sienten menos presión de la que tendrían sin estos esfuerzos. Este informe analiza las políticas y programas de eficiencia energética y gestión de la demanda en América Latina. Presenta evidencia de los resultados de estos esfuerzos para mejorar los niveles de vida, los presupuestos públicos, la seguridad energética y el empleo, y ofrece una visión sobre las oportunidades para ampliar estos beneficios y apoyar transiciones energéticas justas.

La eficiencia energética, como solución rentable y escalable, se considera una estrategia clave para abordar los objetivos del cambio climático, incluida la reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero. En América Latina, la eficiencia energética no ha sido una prioridad para la mayoría de los países debido a los grandes recursos en energías renovables (hidroeléctrica, geotérmica en Centroamérica, así como eólica y solar) y en hidrocarburos para algunos países. Sin embargo, esta situación está cambiando rápidamente. De hecho, hace diez años la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) y la Agencia Francesa para la Transición Ecológica (ADEME) lanzaron un proyecto específico para monitorear las tendencias de eficiencia energética en los países latinoamericanos.

América Latina y el Caribe consumió 1.378 GWh de energía en 2021, cantidad que según algunas estimaciones podría duplicarse para 2040. Este crecimiento previsto puede reducirse mediante un uso más eficiente de la energía, una meta alcanzable dado el potencial de ahorro energético de la región, así como la rentabilidad de las medidas de ahorro energético utilizando las tecnologías existentes. La intensidad energética de la región, es decir, la cantidad de energía consumida por unidad de producto interno bruto, disminuyó a una tasa promedio anual del 0,8% entre 2010 y 2018. A nivel mundial, la intensidad energética disminuyó a una tasa del 2,1% anual, lo que hace que América Latina y el Caribe la región con menor mejora en este indicador.

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